un sueño de una noche de verano;
al alba, al despertar, vi que en mi mano
no estaba retenerte más que un día.
Madura es ya mi mente y lo sabía
pues me ocurrió más veces y, no en vano,
me sé ya de memoria que es más sano
dejarse de idiotez y tontería.
Tus horas no pagué, fuiste barata,
así que te agradezco cuanto diste.
No temas, te daré poco la lata
pues tomo esta aventura como un chiste;
me río de mí mismo y fue muy grata,
por suerte, nuestra charla al no ser triste.