de todo cuanto, turbio, me rodea;
no sé a dónde partir, adonde sea,
deseo estar tranquilo y muy ufano.
Es arduo de lograr, pues un tirano
Destino me hizo siempre a la más fea
sacar para bailar y esta tarea
cien veces deseché pero fue en vano.
Mujeres bien hermosas he tenido
que amables me brindaron sus amores,
los dardos las hirieron de Cupido
y pude disfrutar de sus favores.
Dineros tuve siempre y no me olvido
del cálido aplaudir de mis lectores.
Por fin llega el final y así en la Historia
ejemplos no termino de encontrar,
pudiendo muchos casos relatar.
Son tantos que saturan mi memoria.
Tenorio comenzó su trayectoria
digamos que por, casi, puro azar.
Y el mismo Don Quijote, que en lugar
de un rico hidalgo ser buscó la Gloria.
Incluso el Casanova de Venecia
famoso fue por lances y amoríos.
Por ellos a ninguno se desprecia,
cristianos, musulmanes o judíos.
Mas todos por obrar de forma necia
cayeron a la postre en desvaríos.
Y allí se terminó ya su pujanza,
rindiéndose al transcurso de la vida;
perdieron por jugar mal la partida,
por no ajustar el fiel de la balanza.
Don Juan abandonó su alegre danza
por culpa de su Inés dulce y querida
e igual se transformó, cosa es sabida,
el mismo Don Alonso en Sancho Panza.
No es siempre tan hermosa la Fortuna
cual quieren retratarla los pintores,
acaso puede ser que exista alguna
que pueda perdurar, pero las flores
acaban por secarse y no hay ninguna
que pueda soportar muchos rigores.
Lo mismo a los mejores.
Que nadie al tiempo engaña aunque lo quiera
y, al cabo, ha de servir de sementera.