sonarán en mi honor por mi victoria;
no serán estos versos importantes,
pero muchos me elogian.
Viviré para ti toda la vida
que me resta, sin más, sin condiciones
porque llenas mi vida, niña mía,
de unos nuevos colores.
Es un sueño que tengo desde niño,
un afán que me trajo siempre loco:
Encontrar al final calor de nido.
¡Lo encontré, mas no pronto!
Donde menos pensase que lo hallara,
en el cual nadie venga a molestarme,
donde no repetir mis escapadas,
un lugar para amarte.
¡Qué curiosa es la vida muchas veces,
eres rico y jamás te falta nada!
Pero, al cabo, con órdenes te vienen
que te llenan de rabia.
No lograr encontrar lo que uno busca,
encontrarte en el mundo tan perdido
que siquiera parece que el Sol luzca
con su espléndido brillo.
Pero tiene al final su recompensa
el ardor de quien bien haya luchado,
triunfador que ganase la refriega,
tras vencer mil obstáculos.
Y tu amor será el premio, niña amada,
tus caricias, tus besos y tu encanto.
¿Qué me importa que vuelvan laceradas
estas carnes, si gano?
Baladí será el resto y no importante,
si me queda algún tiempo todavía,
corazón, y confío no me falte
pese a tantas heridas.