_Rosa llevaba muy bien sus 42 años, tan cierto era eso que sin rubor alguno declaraba 35 ante amigos y compañeros, y era habitualmente creída dado su razonable atractivo físico. Circunstancias familiares de diversa índole la habían conservado soltera, por lo que, poseedora de una suficiente renta, disfrutaba de total independencia en un coquetón apartamento ubicado en un barrio de Madrid no demasiado alejado del centro.
_Había tenido sus aventurillas, claro está, pero todas de poca entidad y sin consecuencias demasiado traumáticas, sentimentalmente hablando. Pero se consideraba casi feliz, sobre todo cuando podía dedicarse a la lectura, su pasión más arraigada. En unas estanterías de su salita dormían el sueño de lo que fue y ya no será los libros que desde muy joven habían inspirado sus fantasías: Aprendió de cipreses con Gironella, de equinos troyanos con Benítez, de médicos antiguos con Gordon y de pilares terrenales o catedrales marítimas con Follet y Falcones respectivamente….Prefería evidentemente volúmenes de al menos 8 centímetros de lomo en los que sumergía su imaginación para olvidar su soledad.
_Pero ocurrieron dos cosas a la vez en su vida. Dos cosas que iban a dejarle huella al estar extrañamente relacionadas entre sí: Compró un raro libro el mismo día en que se enamoró perdidamente de un no demasiado maduro caballero con el que coincidió en una cafetería.
_La importancia de ambas hechos merece una explicación. El caballero (Miguel, según después supo) de muy agradable presencia, tras presentarse y conversar con ella con toda delicadeza, insistió después en pasear por el parque y finalmente la acompañó hasta dejarla en su casa, asegurándose de que se volverían a ver en el futuro. El clásico flechazo, pensaba Rosa ilusionada en su ascensor.
_Y el libro…Bueno, el libro marcó su vida desde entonces. Era la primera vez que entraba en aquella vieja librería en la que no se había fijado nunca (¿desde cuándo estaba allí?). Se dirigía a la cafetería habitual cuando la vió y, por curiosidad, entró en aquel oscuro nido de libros. Su mirada se fijó casi de inmediato en un ajado y grueso tomo de cubiertas verdes que llevaba el extraño título de “ASÍ SERÁ TU VIDA” Casi le dio un escalofrío, pues comprendió que habría de adquirirlo para leerlo de inmediato. Como así hizo.
_Los días, las semanas siguientes, fueron transcurriendo mientras Rosa repartía su tiempo como en una nube. Salía con Miguel casi a diario y no dejaba pasar la menor ocasión para ir leyendo su reciente compra. Y aquí está lo sorprendente de la situación. Lo inexplicable, pensó ella. Resultó que aquel libro relataba la vida de una mujer que era exactamente su propia vida. Hasta el nombre de la protagonista, “Margarita”, era el de una flor como el de ella. Se reconoció en su niñez, en su pubertad, en su juventud, en su época escolar, en una familia tan similar que prácticamente creyó estaba leyendo su propia biografía. -Margarita, como ella, también había fracasado en el amor y había buscado en la lectura consuelo y distracción…e igualmente por suerte había encontrado un ¿novio? cuando ya su edad mostraba síntomas inequívocos de que ahora o nunca.
_Lo estuvo comentando con Miguel en sus frecuentes citas, y él se reía tildándola de imaginativa. Pero todo seguía su implacable curso cuando, tanto en el libro como en la realidad, ambos galanes solicitaron, primero como ruego y luego como exigencia, una mayor intimidad en sus relaciones. La famosa “prueba de amor” que demostraría la verdad de sus sentimientos….
_La situación tomó tal cariz que cierto día, Rosa comprendió que si aquella misma tarde no accedía a lo que le solicitaban, corría el riesgo de perder la última posibilidad de ser feliz. No lo podría soportar.
_Y entonces, recordó su lectura. ¿Qué había hecho Margarita, su personaje, en tales circunstancias? -Estaba segura de que tal dilema también aparecería en el libro y la sacaría de dudas. Frenéticamente buscó el tomo que tenía en la mesilla de noche y pasó hojas rápidamente hasta que, en efecto, encontró que la misma situación estaba allí descrita. Leyó: “Margarita no acababa de decidirse, pero finalmente comprendió que sólo ella podía tomar la trascendental decisión y asumir las consecuencias….”
_Febrilmente, pasó página para seguir leyendo lo que parecía un compartido futuro…y comprobó desolada que alguien había arrancado las últimas hojas del libro. Nunca sabría el desenlace.
_Y con los ojos totalmente secos, sin emociones aparentes, se duchó, perfumó y perfiló sus ojos con unas colas seguramente exageradas. Luego se puso una sucinta ropa interior y el mejor de sus vestidos.
_Cuando salió a la calle para acudir a una cita, sin aún saber si sería la última, buscó cívicamente un contenedor de color azul. Abrió su amplio bolso y extrajo un libro incompleto que, por su gran volumen, al caer al interior del recipiente produjo un sordo ¡choff!
“¡Algún árbol se salvará de ser talado!” pensó Rosa. Y cruzó el paso de peatones taconeando fuerte rumbo a la cafetería donde la esperaban.
FIN
AGUSTÍN