Como sangre corriendo por su cuerpo

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Eduardo Cortese
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Como sangre corriendo por su cuerpo

Mensaje por Eduardo Cortese »

Nació de un padre y una madre, comunes, como la vida común que se llevaba entonces.
Era el más chico de la familia. Dos hermanos le habían precedido.
Creció siendo el preferido de su padre. Lo llevaba por todos lados, lo consentía, lo mimaba. Por supuesto que no descuidaba al resto, pero el pequeño era el preferido.
Lo llevaba de compras, lo llevaba de paseo, lo llevaba con mujeres que el pobre niño ni conocía. “Amigas”, le decía papá al niño. Y el niño no preguntaba nada ni contaba nada.
Sólo esa felicidad de compartir con su padre aquello que él le daba.
Los días iban pasando. El niño iba creciendo.
Un día el padre murió, cuando el niño aún no había cumplido sus diez años.
Y comenzó su llanto, comenzó su melancolía.
Ya la vida no era la misma. No estaba ese ser que lo defendía de las peleas de sus hermanos, o de las peleas con los amigos, o el que lo cubría cada vez que hacía alguna travesura.
Estaba solo. Con dos hermanos mayores y una madre que tenía que pelearle a la vida para sacar la familia adelante.
El recuerdo del padre le traía llanto. Y veía que su madre también lloraba, y mucho, en la soledad. El siempre la descubría.
Un día la madre revisando entre las cosas de su marido muerto, encontró hojas de poemas y poesías dedicadas a mujeres que ella nunca había conocido. Poemas de amor y sensualidad, poemas de pasión y lujuria.
El niño pudo leer algunos, antes de que estos fueran quemados…Uno se llamaba “Laura”, y contaba de una noche de placer y sexo, de besos y pieles ardientes.Y como ese, había muchos, muchísimos, todos fechados con muy poca anterioridad a la muerte de su padre.
Un día la madre quemó todo esos escritos y el niño comenzó a notar que la madre ya no lloraba de tristeza, sino de bronca, por haberse dado cuenta de que había vivido con un hombre que constantemente la engañaba con distintas mujeres.
La cosa se agravó cuando un día comenzaron a venir en la búsqueda de su padre, de a una, cada una de esas mujeres a las cuales él le había dedicado algún poema o una noche de placer.
El niño estaba la mañana que vino Laura, preguntando por su padre. Y la madre comenzó a investigar y como Laura, pasaron tantas otras.
La pobre madre llevaba a sus hijos adelante con el dolor del engaño encima.
Pero salió adelante, con sus hijos a cuestas bien criados, con su dolor a cuestas por momentos olvidado, porque la felicidad que le daban sus hijos era mayor al dolor que su marido le había dado.
48 años tenía el padre del niño cuando murió. 23 había vivido con esa mujer a la que amaba profundamente, pero su deseo era insostenible, por eso los engaños.
Y el niño creció. La madre lo había educado bien: buenos colegios, la mejor ropa que podía darle, la mejor vida que podía ofrecerle. Lo mejor dentro de su alcance, se lo había dado. Lo que ella no sabía era que su hijo había visto más cosas de las que vieron sus hermanos, que había compartido cosas con su padre que ella no sabía.
Y el niño creció. Y en su historia fue recreando, de a poco, y sin saber, lo que había aprendido de muy pequeño, la historia de su padre.
Y se casó y escribió poemas a sus amantes, y así siguió su vida, como si nada, porque es lo que había aprendido desde más chico que su entendimiento de entonces no sabía, pero que se había instalado en él como sangre corriendo por su cuerpo.
06/08/07

Antonia Pérez Garcí­a
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A EDUARDO CORTESE

Mensaje por Antonia Pérez Garcí­a »

¡Hola Eduardo!... Fantástica esta narrativa. como te he dicho antes
eres genio escribiendo...
Antonia. :wink: :idea:
Un poema... ¡ Que mágica manera de decir que estoy presente !

http://webs.ono.com/antoniapgc

Eduardo Cortese
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La verdad es que me halagas demasiado

Mensaje por Eduardo Cortese »

tus comentarios me ponen ancho.
Muchas gracias por tus palabras.
Te mando un besote.

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