es peor quien se dedica
a enseñar mal y, si pica,
de algún alumno se adueña.
El que de forma risueña,
y a sabiendas de que miente,
se apodera de la mente
de aquellos que le hacen caso,
convirtiendo así en payaso
a quien fía en tal docente.
De encontrar en mi carrera
yo tuve la gran fortuna,
lo cual no es una tontuna,
tres maestros de primera:
Agustín Sánchez y Herrera
y alguien más que me reservo.
Los tres manejando el verbo
con destreza y maestría,
por ello es que todavía
sus enseñanzas conservo.
Mas de esos casos hay pocos,
pues siempre hasta tal momento
encontré un torpe jumento
y a varios que estaban locos.
O complicados barrocos
que, con sus necias lecciones,
malograban esos dones
que el Señor me concedió.
No lo haría, pienso yo,
para botín de ladrones.
Al poeta que ahora empieza
yo le daría un consejo.
Bien puedo, pues soy ya viejo:
-¡Mantén pura tu cabeza.
No prosigas, con torpeza,
las enseñanzas de quien
sólo busca el parabién,
el aplauso y no la gloria.
Él obtendrá una victoria,
tú puedes obtener cien!
Él marchará hacia el fracaso
mientras tú ganas la guerra .
Amigo, no es en la tierra
donde se encuentra el Parnaso.
Cuando él se encuentre en su ocaso
tú en tu cenit te hallarás.
Cuéntame qué vale más,
si una victoria pequeña
o ya por siempre su enseña
de la tuya ver detrás.-.