el que tuve entre mis brazos.
¿Qué pensarás, si es que piensas,
mientras yo sigo soñando?
Parece que fuera ayer,
aunque han pasado los años
llevándose nuestros sueños
y el amor al que jugamos.
Un ¡te quiero! y me ofreciste
aquella miel de tus labios.
Fue todo un sueño sin manchas,
no busqué ni tus encantos;
éramos niños entonces,
diecinueve muy escasos.
Nuestro amor resultó puro,
sin maldad y sin reparos.
Nadie podrá decir nada
que tenga que avergonzarnos.
Después tuve más amores,
pero ninguno tan casto;
tan inocente y tan dulce…
¡Si parecíamos Santos!
Donde te encuentres, le ruego
al Buen Dios que me haga caso
y me lleve adonde duermes
para dormir a tu lado.
¡Mi pequeña de aquel tiempo,
hoy gozas ya del descanso
mientras escribo mis versos
con fatiga y con trabajo!
Pero tus besos recuerdo…
¡Jamás lograré olvidarlos!
El día en que yo me muera
han de perdurar plasmados
en mis cuadernos, escritos
verso a verso por mi mano.