En esta tarde de domingo
Erato despide al poeta,
y se caen rayos de soles
como diamantes de acuarelas
que avanzan pintando los mares
en tonos gratos, cual ofrendas,
a dioses sagrados marinos.
Donde el monte en agua se adentra
deshaciendo olas en espuma
y los sueños hacen ofrenda
entre los brazos de Morfeo.
Allí el poeta se presenta
sin la piel cubierta de líquido.
Licuando la carne altanera
de meras quimeras humanas
y espera fundirse en esperma
para volver a renacer
en lares que la vida llena.
Dejando atrás los campanarios
que despiden la carne muerta.
La grandeza del espíritu es dejar buenas letras,
como tantos y tantos poetas nos las han dejado, justo homenaje
a este grande, gracias Julian por compartirlas.
Mi saludo.
María.
