sin hojas, descolorida y fría
atentando contra mis paredes,
contra mi ventana, contra mi retoño.
Esa rama también era mía,
parte de mi risa y mi alegría,
de mi sol de mediodía,
parte de aquel llanto que se intuía.
Detrás del viento y de la calma,
detrás de la negrura tan antigua,
se ve remota y dormida la fuente y el agua,
al borde de aquel camino, sin tregua.
pero esa rama y ese árbol otoñal
me dio esa fuerza desconocida, hecha señal,
señal de vientres y ojos sonámbulos
que no dejaban de observar la vida y su canal.
Antonia.