Se espuma el alba
y dispersa auroras boreales
entre un manto de nácar
y ansias protegidas que sin querer te salva.
¿Quien sugiere la apuesta del milagro?
¡quién espera y seduce a otro amanecer!
se plasma y colorea la tierra.
En tiempos de dioses, se ordeno la fuerza,
se ordenó abrir los surcos
rompiendo los terrones, liberando alientos
antes y después del vendaval.
Surcos, agua y viento consumidos.
Se eternizaron océanos azules
que pudieron palpitar bajo la luz
del universo, todo menos rendirse a la antorcha
aquella encendida después de la agonía sin azules.
Y sobre todas las distancias
la fuerza que palpita emancipada
sobre toda cría humana , universal...
¡ Y volví a ver cómo se espuma el alba!
Un poema... ¡ Que mágica manera de decir que estoy presente !
Se espuma el alba
y dispersa auroras boreales
entre un manto de nácar
y ansias protegidas que sin querer te salva.
¿Quien sugiere la apuesta del milagro?
¡quién espera y seduce a otro amanecer!
se plasma y colorea la tierra.
En tiempos de dioses, se ordeno la fuerza,
se ordenó abrir los surcos
rompiendo los terrones, liberando alientos
antes y después del vendaval.
Surcos, agua y viento consumidos.
Se eternizaron océanos azules
que pudieron palpitar bajo la luz
del universo, todo menos rendirse a la antorcha
aquella encendida después de la agonía sin azules.
Y sobre todas las distancias
la fuerza que palpita emancipada
sobre toda cría humana , universal...
¡ Y volví a ver cómo se espuma el alba!
... ese palpitar de la Naturaleza en sus versos, Antoñita, es fantástico, fantástico; es como una visión grande de la autora, casi infinita y nos la estuviese poetizando; me ha gustado muchísimo; mis saludos de siempre, amiga. Orión