Paseándome sin rumbo por un prado
admiraba raudas aves en su vuelo
que en sus giros dibujaban en el cielo
espirales sobre un fondo sonrosado.
Un perfume grato y denso me ha llegado
-un olor que parecía caramelo-
tras andar, sin darme cuenta que en el suelo
el verdor de frágil hierba yo he pisado.
Unas hojas en mis manos he cogido
por tan mágica fragancia sorprendido
de esa planta que maltrecha se veía.
Ojalá, he reflexionado, los humanos,
devolvieran bien por males como hermanos,
como aquella hierbabuena respondía.
AGUSTÍN
Los pájaros enjaulados no cantan. Es que no saben llorar de otro modo.
Así es poeta amigo, muchas veces la propia naturaleza nos da mil lecciones
de cómo deberíamos ir por la vida.
Muy excelente soneto amigo Agustín,
fue grato disfrutarlo, gracias por compartirlo.