se mezcló con la alborada, silenciosa
brillo entre el rocío, buscándome ansiosa
y sin darme cuenta me impulso a tenderme.
La vi, como quien ve la gloria bendita
bajada entre luces la imagen de un Ángel
y me creí sublime, tocada por su Arcángel
y de él, la estrella fugaz me vio quietecita.
Percibí tibieza inquieta, sin aire de dolencia
sólo luz, aire, regocijo muy profundo
sin bruma en las tinieblas, ni clemencia.
Y aquella voz de dulzor que alzose en decoros
que acunen a mi estrella que ha bajado a verme
buscando en lo alto, aleteos, trinos más sonoros.
Antonia.