ESTA ES LA HISTORIA DE UN LUGAR:

[Olga San Isidro]

Esto es el comienzo de la historia de un pequeño lugar, llamado "La Quintana", es el nombre de mi bar, aqui en mi ciudad:


Ellos me pidieron que contara la historia de aquí, de todos ellos y de mi, pero es tarea ardua para quien no sabe escribir, ni tan siquiera narrar cosas así.
Tan insistentes fueron, que decidí contar en unas líneas algunas de las cosas que sucedieron aquí.
Hace tantos y tantos años que quizás mi memoria no recuerde con nitidez a muchas personas, exagere lo bueno de muchos o lo peor de otros, quizás por ello, algunos no se reconozcan, u otros si.
Intento mantener mis recuerdos en un limite trasgresor, no queriendo olvidar a nadie, pero me doy cuenta que no a todos los quiero recordar, aunque me pese, hay gente que debe ser olvidada, tal como ellos olvidaron, aquellos que no merece la pena que sean recordados, pues nada dieron a cambio de todo lo que se les dio, a aquellos que se les abrieron las puertas a los que se les dio amistad, a los que se les brindo el corazón y devolvieron, nada…..
A los que pasaron, a los que se fueron, a los ingratos, a los desleales, a los olvidadizos,a los que nos denostaron, a los que nos difamaron, a todos aquellos que no merecen ni un ápice mas de mis recuerdos, les deseo buena suerte, y ojala nunca olviden que ellos perdieron, nosotros ganamos.

Apenas yo tenia 26 años, cuando pise por primera vez este sitio, raro, oscuro, pequeño, y la vez, acogedor, excéntrico, distinto y me sentí en casa nada mas llegar.
Esto fue algo que le sucedió a mucha gente en el devenir del tiempo, esa sensación de que perteneces a este lugar, de que participas de alguna manera en ese día a día de toda la gente que conoces.
Había algo en la atmósfera de este lugar, que creaba amistad para siempre. Son tenues mis primeros recuerdos, mis primeras sensaciones, bien sea debido a que yo era quizás muy introvertida, y me tuve que hacer de otra manera, o quizás que el ambiente en el que yo me movía ,nada tenia que ver con este, en el que me metía, no se, pero mereció la pena, vaya que si.

He de deciros antes de presentaros a toda la gente, que siempre me vi. Respaldada, apoyada y querida por todos ellos, y me enorgullezco de haberlos conocido, de saber que muchos de ellos, hoy son amigos, en todo el mas amplio sentido de la palabra.
Lógicamente es imposible conectar con todos, y ha habido gente a la que no podía ver, y supongo que ellos a mi tampoco, pero pese a todo, mereció la pena haberlos incluso así, conocido.
Siempre, día a día aprendes un poco mas de todo lo que te rodea, de toda la gente que va pasando, de los que vuelven, de los que olvidan, de los que pasan, de los que se quedan, de unos y otros, de lo malo y de lo bueno de todos ellos, de los niños, de los hombres y de ellas, sobre todo de ellas, aprendes a querer, a olvidar, a perdonar,
A asentir, a negar, y así, quizás te conoces un poquito mejor.

De todos ellos aprendes, de todos aquellos que quieres, sabes que en algún momento te defraudarán, conoces tu alma y tu también los defraudaras en alguna ocasión, pero cuando aprendes de la vida y de la gente, sabes que la palabra mas bonita del mundo, es precisamente: tolerancia.
Aquella que debes anteponer a cualquier suceso que pueda pasarte en la vida, ponerse en el lugar del otro, y entender, aunque duela, aunque martirice, aunque sufras, aunque llores, que quizás en otro momento, será al revés, y debes comprender si quieres ser comprendido

[Antonia Pérez Garcí­a]

¡ Hola Olguita... preciosa!...Un relato entrañable, con todas las esencias
y debenires de la gente que nos rodea ; la comprensión y el afecto junto
a la tolerancia nos permiten aprender dí­a a dí­a.
Un beso de Antonia.

[A. Elisa Lattke V.]

[quote="Olga San Isidro"]

En ese sitio...

Del humo aprend­í a fatigarme...
De las palabras aprendí­ quién las decí­a...
Aprendí­ de los rostros y las manos,
aprendí­ de las copas en los labios
y aprendí­ a preguntar cómo besaban.

Aprendí­ la palabra lisonjera
y sentí­ por mi espalda quien miraba...
Aprendí­ a sentirme muy pequeña
y así­ supe el valor de cada lágrima.


Y entre el humo y las voces
que me hablaban,
aprendí­ a escuchar quién me llamaba...
Aprendí­ a saber que era el silencio
con los versos que pesan sobre mi alma.

En ese sitio he aprendido muchas cosas.

Elisa.